jueves, 22 de abril de 2010

Indomable.



Indomable...
Hoy me he dado cuenta de que me gusta como suena esa palabra.
Solo esa palabra...
Indomable.

Es oirla, decirla mentalmente, pensar en ella, y un montón de diapositivas se pasan por mi cabeza, una tras otra.

No se porque, pero es oir esa palabra y me acuerdo de un bosque. Un bosque oscuro, con el cielo nocturno salpicado de estrellas, estrellas de esas que no se ven desde las ventanas de la ciudad. El suelo cruje bajo tus pies, mientras caminas por una alfombra de hojas caídas. Respiras y la gélida niebla se te cuela en los pulmones, pero a pesar de frío humedo, es una sensación agradable, liberadora. Oyes el aullido de los lobos, que le cantan a la luna para que se duerma.

Lo mires por dónde lo mires se respira en el ambiente.
Libre.
Salvaje.
Rebelde.
...
Indomable.

Todo en ese lugar es indomable. Los árboles que crecen arañando el cielo, ellos llevan ahi desde mucho antes de que tú nacieras. Y nunca han obedecido ninguna orden. El arrolló que flulle incontenible saltando entre las rocas. Tampoco el ha seguido nunca ninguna señal de dirección. La niebla que lo envuelve todo con su refrescante abrazo no altera su color para seguir la moda. Los lobos que patrullan las montañas nunca han sido domesticados.
Todo el bosque es indomable.

Es libre...
...y nunca dejará de serlo.


[...] me vengaré y todo mal que me hagas, yo te lo devolveré. El hombre nunca fue dueño de Gaia, es justamente al reves [...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario