sábado, 28 de febrero de 2009

Bienvenida a casa

Tenía decidido irme pero no me fui.
Como de costumbre, creía saber lo que quería. Como de costumbre, creí tener valor. Como de costumbre, creí haber tomado la decision correcta. Como de costumbre, me confundí.
Porque se negaron a dejame ir. Y sin saber comu fui, y les planté cara.
Y me di cuenta que no tenía nada que discutir. Quería irme, por todo y por nada.
Por miedo al que diran, por miedo a pelear, por miedo a plantar cara.
Quería irme porque no me atrevía a plantarle cara a mis miedos.
Pero lo tuve que hacer.
Estube acorralada y tube que dar la cara, por una vez. Ya no quedaba donde esconderse.
Y lo peor fue ver la sombra de la decepción en los ojos de los demás.
Pensarían que era una caprichosa, una cobarde y una traidora.
Y lo por es que lo soy, y lo se.
Las discusiones fueron largas, yo tartamudeaba sandeces y escuchaba cabizbaja. No me atrebía a hablar. Y tampoco quería escuchar. Solo quería echar a correr, llorar y esconderme.
Pero no podía.
Lo peor fue cuando mi madre me dijo al volver: "Estoy orgullosa de ti, has venido, les has plantado cara y has defendido tu opinión".
Ahí me desmoroné. No, maldita sea, ¡no!
No había sido capaz de defender nada, porque todo lo que creía que quería era una estupidez, un capricho, una muestra de inmadurez. No había plantado cara, solo me había escondido.
Me despreciaba a mi misma por ello. Por ser cobarde, estupida y caprichosa. Por no saber lo que quería, y por no apreciar lo que tenía.
En fin...
Sí, me arrepentí.
Fui pensando una excusa para irme y me combencieron para que me quedase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario